A pesar de la dedicación de los profesionales y empleados de los zoológicos, éstos representan a la luz de una concepción humanista, la expresión patente de la crueldad e ignorancia humana.
Una visión completa del tema debe contemplar la eliminación paulatina de estas verdaderas cárceles de inocentes donde seres sensibles son condenados a cadena perpetua al sólo efecto recreativo. De la misma manera que se logró impedir la participación de animales en circos y espectáculos de entretenimiento hace pocos años, podemos lograr sensibilizar sobre esta iniciativa.
Antes ocurrió con la lucha contra la esclavitud, luego con el sufragio universal y los derechos civiles, campañas de una importante similitud conceptual en las que se buscaba cambiar el paradigma, de ver las cosas de otra manera.
En medio de las urgencias de la realidad debemos lograr el compromiso de los políticos de impulsar la modificación de la legislación nacional y ayudar a las provincias a lograr la implementación de un programa de cierre gradual, progresivo y por etapas de los zoológicos, la esterilización de los animales en cautiverio, el impedimento legal a la compra, venta y canje de especies para recreación y la prohibición de nuevas habilitaciones para emprendimientos privados de exposición de animales.
Además, en ese camino, tenemos la cercana posibilidad de sensibilizar a los intendentes de las ciudades donde se asientan los zoológicos existentes de asumir con valentía el tema.
Entre los rasgos psicopáticos de esta época se destaca la incapacidad de imaginarse en el lugar de las víctimas, además del concepto de la “ignorancia voluntaria” forjado a la luz del comportamiento de los vecinos de los campos de concentración. La negación de derechos adquiere la altura de una perversidad moral cuando reclamamos para los seres humanos que no se nos trate como animales pero no lo es aceptar para ellos lo que nos resulta inadmisible para nosotros.
Porque la cuestión no es si los animales piensan o no, la línea se establece en si los animales sienten o no y qué tratamiento les daremos, por acción u omisión.
Tal como afirma Coetzee, los animales son “los prisioneros de una larga guerra que libramos hace mucho tiempo”. Y este es el momento de liberarlos. No hay nada de que sorprenderse de un animal en un zoológico, ya los conocemos, los hemos visto hasta en 3D, los tenemos al alcance de la mano en los televisores de nuestras casas. Y a los chicos les sorprenden menos. Lo único educativo en llevar a un niño a un zoológico es decirles directa y claramente que se está a favor de ese acto de inhumanidad.
Zoológico de La Plata
Pero son los chicos quienes también nos enseñan, que es posible pensar un mundo más justo. Y que con este tema en particular, podemos hacerlo ya, ahora.No es cierto, como dicen algunos que “hay temas más importantes” para impulsar. Debemos poner en agenda pública este debate que es tan importante como todos los temas pendientes. Porque es en cuestiones como ésta en que se definen los valores que movilizan aquellos “grandes temas”.
Y no se está pidiendo nada que no pueda realizarse ni que implique distraer energía, tiempo o recursos. Cerrar los zoológicos es un acto tan simple como la decisión de hacerlo. Lo demás son cuestiones administrativas.
En la batalla por los derechos de los animales, no hay muchas razones para el optimismo pero podemos confiar en que la sociedad argentina dará espacio para dar la pelea de las ideas y valores.
Guillermo Bertoldi
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